BARBA NEGRA: Los verdaderos piratas

DON JUSTO SE CAERÍA A PEDAZOS. Si el campechano Justo Sierra Méndez, el llamado ‘Maestro de América’, y el oaxaqueño José Vasconcelos, el ‘Apóstol de la Educación’ que pasó por las aulas del Instituto Campechano, hubiesen escuchado el discurso que la gobernadora Layda Elena Sansores San Román dio en el Instituto Tecnológico Superior de Escárcega (ITSE), se les revolverían las tripas, los vomitarían sus tumbas, y se caería a pedazos la estatua que el fundador de la UNAM tiene en el Malecón y se cuartería la placa conmemorativa que hace no mucho la propia mandataria inauguró del autor de Ulises Criollo.
Lo que sí es un hecho, es que de plano Layda no entrará en las páginas de las mujeres y hombres ilustres en el ramo educativo, entre los próceres de la educación.
Para los que no se enteraron, la gobernadora se fue a meter a dicho campus a hablar de política, pero no sólo a hablar de política, sino a amenazar a maestros y alumnos que no están con Morena, con echarlos de ese centro educativo. Es decir, fue a politizar la educación, que era lo poco que le faltaba politizar. Y no crean que sólo fue a amenazar a los del ITSE sino a todos los maestros, directivos y alumnos de todos los sistemas escolares de la entidad.
“Para los tibios no hay cabida en este gobierno”, les dijo Layda a los que, según ella, están cobrando en las universidades y colegios públicos pero en realidad apoyan o simpatizan con otros partidos políticos diferentes a Morena. Y añadió: “Les pedimos su renuncia, que se vayan, no caben aquí”.
Pero la hija del ‘Negro’ fue mucho mucho más específica: “Yo quiero ver a todos los directores con sus alumnos, porque aqui nadie habla de eso(…) si ustedes se sienten identificados con los que saben robar y saben mentir y saben extorsionar y saquear los pueblos”.
¡Imagínense! ¡A un Instituto de educación superior! A un instituto que profesa, como todos los demás de este país, los principios de la educación libre, laica, gratuita, libre de ideologías, donde hay libertad de cátedra y de pensamiento.
Ahí se metió Layda a alabar a Andrés Manuel y a Claudia Sheinbaum quienes, según ella, llegaron a completar “la sangre de muchos que lucharon desde hace muchos años porque cambiara este país” y apenas “estamos comenzando a hacer realidad con la cuarta transformación” los ideales de primero los pobres.
Layda incluso regañó en su discurso improvisado a quienes se reían disimulada pero irónicamente de sus palabras, o aplaudían con desgano, los acusaba de traidores o corruptos o por lo menos tibios: “Si no, este no es su lugar, váyanse a otra escuela, allá donde tienen esos espacios para la gente que sabe vivir del prójimo, que sabe usarlos, que no tiene esta conciencia de que Campeche es otro”.
Qué lejos está Layda de los ideales educativos de los grandes próceres de este país. Qué lejos de ser la estadista que ella misma cree que es.
Lo peor de todo es que quizá algunos hubiéramos pensado que después de la elección del pasado 2 de junio se acabaría ese feo y rancio ambiente político. Que por fin Layda iba a dejar de pelearse con todo mundo y se dedicaría a gobernar.
Pero no ha sido así. Layda está más encimada en la política que durante las campañas. Aún le duele, aún se le traba la epiglotis cuando recuerda el caso del municipio de Campeche, por eso no puede dejar de hablar de la elección y de política, por eso no puede dejar de decir que su partido perdió porque fue víctima de compra de votos.
Y ahí está la clave de todo. Una de dos: Layda realmente no se ha dado cuenta de la causa y razón por la que perdió la elección, lo cual significaría que alguien la está engañando, o de plano vive en otra realidad, en un universo paralelo que le impide conocer el pulso social.
A Morena nadie le robó nada. Por el contrario, todas las malas prácticas fueron adoptadas por el partido oficial y aún así no les funcionaron en todos lados. Morena perdió varios municipios y diputaciones porque la gente simplemente está en contra del gobierno de Layda Sansores.
No se confundan. Campeche es, hay que decirlo, morenista. Claudia ganó fácil y ampliamente en Campeche. La gente quiere y seguirá queriendo a AMLO. Por eso el voto en las elecciones federales fue masivo para Morena. Pero que no se hagan. Layda no es AMLO ni Claudia. Y la gente está comenzando a diferenciar su voto.
El gobierno de Sansores ha sido desastroso, como lo fue el de su padre, y la gente está molesta. Está molesta por la llegada de la legión extranjera, está molesta por el tema de los policías, está molesta por la falta de obra pública o por la imposición de obras millonarias pero innecesarias, que no se ajustan las necesidades actuales ni reales de los campechanos.
Esa lista de porqués pordría ser mucho muy larga. Por eso Layda tiene que meterse a las escuelas, a las universidades, a los institutos superiores, a hablar con desesperación de las “bondades” de la cuarta transformación y de los horrores de Alito y Elito y en su pobre intento de amenazar a catedráticos, directores y alumnos, arrastrarse le educación entre las patas.
Qué lástima. Tanta tradición que tiene Campeche en la cultura y política educativas como para que venga la actual gobernadora a echarlo todo a tierra por sus fobias, odios y manías, por su incapacidad y por su enanismo política, desvirtuando los logros reales de los verdaderos próceres de la educación a los que ella misma ha rendido homenaje pero en la práctica pisotea como toda una dictadorzuela tropical.

CON PATENTE DE CORSO. Todo mundo dice que tanto este humilde escribidor, Barbanegra, como muchos de sus contemporáneos como Lorencillo, Pie de Palo y William Parkins, entre otros, vinieron sólo a saquear y destruir Campeche. Y así lo registra la historia. Pero no son ni serán los únicos. El gobierno de Layda Sansores y sus secuaces parecen tener hasta patente de corso para el pillaje, el saqueo, el robo y la violación de la ley.
Por eso dio mucha pero mucha risa cuando ellos mismos se pusieron de pechito al ir al estadio de beisbol con las jerseys del equipo campechano y posar para las fotos con la leyenda grande, roja, saltona, en el pecho: PIRATAS.
Nos referimos obviamente a Layda y todo su gabinete, y los ayudantes de sus ayudantes. ¿Por qué fueron masivamente al beisbol? Por dos razones fundamentales: Era el partido entre los Piratas de Campeche y los Olmecas de Tabasco y se esperaba la visita del gobernador del estado vecino, el morenista Carlos Manuel Merino Campos, y pues como ningún campechano va al Estadio Nelson Barrera Romellón a ver perder y perder y perder a los Piratas de Campeche porque el dinero público que se le invierte al equipo se lo están, literalmente, pirateando, pues tuvieron que sacar aficionados hasta debajo de las piedras.
Por ello, desde un par de días antes de ese partido, todos los achichincles de los secretarios de Estado salían con sobres manila del Palacio de Gobierno. A muchos se les hizo extraño, pues ya es costumbre ver así a los reporteros a los que el gobierno de Layda Sansores les paga religiosamente el chayo (de quienes tenemos la lista completa y haremos pública próximamente), pero ¿por qué irían los choferes de los funcionarios a recibir también sus sobres manila?
Luego se supo que no eran chayos. Eran boletos. Es decir, ni siquiera tuvieron que comprar sus boletos para ayudar al equipo. El gobierno se los repartió. Cada secretario recibió un número determinado de boletos para que a su vez reparta entre su equipo y todos vayan a hacer como que la gente sí va al Nelson.
Y esa es la razón por la que la gente no los quiere. La tan sonriente secretaria de Protección y Seguridad Ciudadana, Marcela Muñoz Martínez, que más bien debería vestir la jersey de los Gallos de Guanajuato en vez de la de los Piratas de Campeche, tendría que estar cuidando la seguridad y fortaleciendo la vigilancia de todo el estado, pues mientras ella socializaba en el Nelson Barrera, en el municipio de Escárcega un velador estaba siendo masacrado por el crimen organizado.
Este gobierno morenista, dedicado al pirataje, no sabe hacer otra cosa más que buscar su propio beneficio. Ayudar a los pobres no es más que un discurso político. La llegada del proyecto del Tren Ligero, que en el discurso se dice que servirá para mejorar la movilidad y modernizar el transporte público, en realidad a los campechanos no les servirá para nada pese a su costo de casi 5 mil millones de pesos. Pero la obra está siendo empujada porque dejará una muy buena tajada de esos 5 mil millones en los bolsillos de unos cuantos morenistas.

CREEN QUE SOMOS IMBÉCILES. El Gobierno de Andrés Manuel y el próximo de Claudia Sheinbaum, insisten y se aferran a la reforma judicial que nadie quiere, salvo a aquellos a quienes tienen engañados con programas sociales.
Pero veamos, un comparativo entre los principales postulados de la reforma y lo que ocurre aquí en Campeche.
AMLO acusa que los jueces y magistrados son impuestos por la mafia del poder y por tanto sus resolutivos obedecen a sus intereses. Y por ello en vez de ser designados por el Congreso deben de ser elegidos por el pueblo.
¿Será?, ¿En Campeche cómo ocurre? Pues veamos. El titular del Poder Ejecutivo en turno es el que supuestamente “propone”, pero en la práctica designa, al titular del Poder Judicial y a los demás integrantes.
Por eso llegó al Tribunal Superior de Justicia del Estado la magistrada presidenta Virginia Leticia Lizam Centurión. Por eso mismo Layda nombró como magistrada numeraria a la cuñada de su asesor Raúl Pozos Lanz, Perla Karina Castro Farías, como parte de sus acuerdos políticos.
Es decir, hablando claro, todo mundo pero todo mundo sabe que en Campeche no existe la división de Poderes. El Poder Judicial y el Poder Legislativo están al servicio del Poder Ejecutivo, siempre lo han estado. Siempre. Y Layda no llegó precisamente a cambiar las cosas. Layda es la que manda tanto en el TSJE como en el Congreso. Y quien no se cuadre, se va… a veces al más allá, como sucedió en el caso del fenecido Alejandro Gómez Cazarín.
Entonces ¿para qué quieren la reforma, si en la práctica ellos hacen lo mismo en las entidades federativas? La cosa está bien clara: A nivel federal el Poder Judicial ha exigido su posición a la par, no detrás ni sometido, al Poder Ejecutivo. Por eso AMLO y Claudia quieren un cambio, porque quieren un Poder Judicial sometido.