Por: Héctor A. Gil Müller
Saltillo, una ciudad que ha surgido por el pequeño salto, en portugués, de un brote de agua y que fue arrebatada a los coahuiltecos por la conquista y entregada a Santiago como ofrenda para evitar la vengativa ofensa en el mas allá por la masacre colonizadora. Se ha mantenido durante siglos viendo crecer el mundo, disfrutando de sus placeres, pero sin perder sus quereres. Sus calles céntricas tan angostas siguen recibiendo transeúntes y alrededor el mundo, el circulo industrial que crece mas y mas parece cercar la ciudad.
Ahora, con las novedades tecnológicas empezamos a medir la calidad del aire y a entender que es insalubre. La contaminación por microparticulas está apoderándose del petricor (ese bendito olor a tierra mojada) para presentar un olor a futuro. Todo parece indicar que así es como huele el futuro. Si existe una visión y un gusto por el futuro o por el pasado, no veo porque no podamos tener un olor del futuro. El pasado huele a gloria, en el mejor de los casos, pero el futuro, tan incierto como es huele peligroso.
Las consecuencias de nuestra imagen de futuro, mas cercana al desarrollo que a la madurez parece incluir por sobre todo el crecimiento y eliminar los obstáculos que éste tenga. Pero crecer también lleva a la decadencia, escribió Francis Bacon: “La experiencia de los siglos prueba que el lujo anuncia la decadencia de los imperios”, crecer no lo es todo, el crecimiento conlleva otros retos que ponen a prueba el verdadero y real regalo del tiempo sobre la vida, la madurez. No querer una ciudad crecida sino madura debe ser la expectativa. De ahí la tan de moda “mindfulness” estar presente aquí y ahora para madurar, la consciencia y presencia nos hace voltear de una imagen del futuro para entender la realidad del presente.
Cuando decaen los principios comienza la descomposición, enseñaba Montesquieu y conviene en medio de estos aires políticos entender las propuestas de cuidado ambiental. Lo que hoy son avisos, mañana serán alarmas y en algunos días mas causas de funestas consecuencias. En los tiempos políticos se gusta de cambiar los aires, ahora se habla de las afores (fondos de retiro de los trabajadores) y el final destino de todas aquellas que no se han reclamado, pero ¿no sería lógico que se pretenda su entrega?, yo estoy convencido que si le pasan la cartera de los acreedores de AFORES sin cobrar a los recaudadores del IMSS los encuentran por que los encuentran. Esos aires de manipulación que entretienen a la oposición y al mismo tiempo parecen medir los aplomos del régimen en turno solo enturbian la escena, como aires insalubres que no dejan crecer.
Ojalá que no perdamos los aires de grandeza que traían las primeras cosas. Que mi Saltillo no deje de oler a hornos que cuecen pan. Nadamos en aire. El rumor popular afirmaba que si al bebecito se le exponía a los fríos aires del sereno el pobre sufriría de por vida las consecuencias tomando malas decisiones, seria un “aireado”, que no nos pase ahora que por andar desairando al aire nos arrepintamos muy pronto. Por lo pronto entre tosidos, alergias y gripes nos veremos.