EL IZQUIERDAZO. El pugilista mexicano Saúl ‘Canelo’ Álvarez no fue el único que este fin de semana conectó un tremendo ‘upper de las tinieblas’ a su rival Jaime Munguía. El perredista Victor Améndola Avilés demostró que tiene muy buena izquierda y de un gancho al hígado conectó al panismo campechano de la cuasi desconocida Rosario Hernández y del hombre tras bambalinas, el sihochaqueño Roberto Sarmiento Villacís, y de paso a todos sus candidatos.
Envalentonado en sus redes sociales, el expresidente del PRD desautorizó al PAN, exhibió que no tienen ninguna calidad moral para ir a pedir el voto, ni aún porque el albiazul es parte de la alianza con el PRI y el sol azteca. Pero Améndola lo aclaró muy bien: Un voto por el PAN es un voto por Morena. Y señaló que quienes en Campeche llevan el peso y responsabilidad de la alianza opositora a nivel nacional y estatal son el PRD y el PRI, “no hay más”, pues el PAN campechano sirve sólo de esquirol al gobierno laydista.
Améndola se refería a lo que todo mundo sabe en Campeche pero pocos publican abiertamente: Morena está usando al PAN para dividir votos entre la oposición y con ello tratar de disminuir diferencias y arrebatar una elección que de otro modo no ganaría ni en los 14 millones 605 futuros alternos que vio el Dr. Strange, porque “no tienen ninguna posibilidad de triunfo. Son el esquirol de Layda Sansores en Campeche”.
El perredista dijo que “no se puede empoderar a chacales que antier estaban en el PRI, ayer en Morena y ‘hoy’ con el PAN” y no mencionó a nadie por su nombre, para que no parezca personal el asunto, pero aquí no tenemos lengua en los pelos así que sí se los vamos a poner: Uno de ellos es el candidato del PAN a la Alcaldía de Campeche, Jorge Chanona Echeverría, quien pasó del PRI al PAN tan rápido como Raúl Pozos brincó del PRI a Morena cuando entendió que esas bolsas de papel repletas de fajos de billetes se iban a acabar.
“Eso es prostitución política, ser mercenarios y carecer de integridad y dignidad”, posteó Améndola, como si fuera un ‘martillazo en la mano’ (póngale ritmo).
LA REGRESIÓN. Quien sorprendió a más de uno este fin de semana fue el fiscal estatal de la 4T en Campeche, Renato Sales Heredia, quien apareció en una lista de abajofirmantes en un desplegado de intelectuales en contra de la canallada que el presidente Andrés Manuel López Obrador cometió contra Amparo María Casar, la presidenta de la organización Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad A.C., que ha exhibido numerosos actos de corrupción y transas del Gobierno morenista.
La grosera y vulgar venganza del mandatario federal incluyó no sólo difundir datos personales sino incluso revelar información familiar, íntima, sensible de la activista, que sin embargo no prueba en absolutamente nada las acusaciones que señala el Presidente contra Casar.
El caso es que, alarmados e indignados, más de un centenera de influyentes intelectuales del país levantaron la voz mediante un desplegado que señala que el Presidente “…rompe los límites legales, pero también morales, que organizan la vida pública en nuestro país. En su afán para tomar venganza contra una ciudadana que ha analizado con seriedad y ánimo crítico numerosos abusos del actual gobierno, el presidente quebranta varias leyes, enrarece aún más el debate público a menos de un mes de las elecciones y lastima a una familia”.
Es decir, los intelectuales se le fueron sobres al Presidente y Renatito se unió formalmente al levantamiento de ese dedo acusador contra AMLO. En pocas palabras, un fiscal de la 4T acusa de vengativo, abusivo y delincuente (al violar las leyes) al jefe máximo del morenismo.
¿Qué fue lo que pasó? Pues que Renato ha estado obedeciendo a ojos cerrados las instrucciones que recibe de Cuarto Piso, independientemente de que sean legales o no, morales o no, éticas o no, porque el objetivo del Gobierno del que él es parte es hundir a los enemigos políticos, cueste lo que cueste, implique lo que implique. Por eso las carpetas de investigación y los audios y todos los inventos en contra de Alito, de Eliseo, de Moreira, de Salinas y de muchos otros políticos y empresarios… hasta que se cansó porque todo lo que le prometieron a cambio de su participación en los falsos y mediáticos procesos y actos de intimidación ministerial y judicial simplemente no llegaron… y ahí fue donde la puerca torció el rabo.
Porque desde hace ya varias semanas algunos medios vienen manejando que Renato se va de la Fiscalía, que la dejaría para acceder a una diputación plurinominal por Morena. La noticia nunca fue confirmada, hasta que aparecieron las listas de candidatos a diputados locales plurinominales y Sales Heredia no apareció ni en Morena
ni en el PT.
Y cuando Renato sí aparece pero en la lista de quienes le reprochan a AMLO su comportamiento, algunos se apresuraron en decir que el fiscal está haciendo una regresión hacia la intelectualidad y que con ello se abre un nuevo camino hacia su supervivencia política luego de que fuera excluido por los laydistas y morenistas puros y obviamente en el PRI no le quedara nada para regresar.
Pero no, si Renato realmente quiere redargüirse y recuperar un poco del prestigio perdido durante estos años del gobierno morenista tiene que hacer mucho más que aparecer en una lista de intelectuales. Para comenzar tendría que admitir públicamente que por instrucciones cometió persecución judicial y linchamiento mediático, y que su afán de venganza personal incitó aún más esas instrucciones. Si Renato quiere recuperar su antiguo nombre, por verticalidad política y tiene que irse de ese Gobierno que lo único que sabe hacer es violar la ley a conveniencia, esa ley que Renato se precia de conocer muy bien y respetar, por herencia paterna.
EL FRACASO Y LA PERDIDA. La fugaz historia de Marcela Muñoz en Campeche es una historia del fracaso más absoluto y vergonzoso: La titular de la Secretaría de Protección y Seguridad Ciudadana fracasó en el intento gubernamental de hacerla pasar como la punta de lanza del feminismo y la política feminista; fracasó en su intento de insertarse y acomodarse en la sociedad campechana, para tratar de aparentar ser uno de nosotros; fracasó en sus ideas de ‘acercar’ a los campechanos con sus policías mediante su programa de bicicletas (y aquí hay algo hermosamente irónico que trataremos líneas más abajo); y por supuesto que fracasó en dar buenos resultados en seguridad pública a los ciudadanos.
Marcela sólo ha tenido éxito en dos cosas, si es que esas han sido sus intenciones: En hacerle manita de puerco a la tía Layda para que no la remueva del cargo, así llueva, truene o relampaguee; y en tirar a la #&/·”=Ñ& lo que antes conocíamos como la seguridad y tranquilidad campechanas.
Ella lo sabe. Y Layda también. Por eso no se ha visto a Marce desde hace mucho. La que antes fue arrojada a las cámaras y a los medios para hacerla pública, la que recibió antes toda la atención de los medios oficialistas, hoy anda metida en alguna madriguera. Más perdida que el cuchillo de Tarzán.
Al menos la guanajuatense quizá pueda llevarse alguna lección cuando finalmente se vaya. El pueblo “bueno y sabio” como le llaman sus jefes a la turba, le dio la lección de su vida por no ponerse abusada y no abandonar las actitudes soberbias: Hizo un programa de convivencia supuestamente para acercar la sociedad a los policías, pero ellos realmente se unieron incondicionalmente cuando se trató de echarla de Campeche. Si algo le debemos a Marcela, es ese acercamiento. Gracias, Marce.
LO QUE ANDA DE BOCA EN BOCA. Nadie lo dice en voz alta, pero todo mundo lo comenta de boca en boca en los taxis, en los paraderos, en los parques y en los cafés. ¿Por qué Layda no despide a Marcela a pesar de todo el problemón que le causó?, ¿Por qué está dispuesta a arriesgar la elección y, por tanto, el control del poder y del gobierno, por una sola persona? Layda no es tonta ni está ciega. Sabe muy pero muy bien que el ánimo social está en favor de los policías y en contra suya y no precisamente porque existan instigadores de otros partidos, y sabe que eso no le conviene políticamente, que es peligroso en medio de las presentes campañas políticas.
Entonces, ¿por qué?
Algunos dicen o piensan que entre Layda y Marcela hay un afecto especial. Que son más que compañeras de trabajo y aún más que amigas (o sea, hermanas, no piense mal). Pero si ese fuera el caso, Layda tendría no sólo la autoridad para pedirle su renuncia sino la confianza para hacérselo entender. Es más, Marcela ya le habría dicho a Layda que no tiene caso arriesgarlo todo solo por ella. Lo que es más, a Layda no le costaría nada, pero nada, buscarle otro cargo a Marce o inventarle uno. Total, las protestas son para que se vaya de la SPSC no para que se le expulse de Campeche. Y si eso hicieren, pues tan-tan, se acaban las protestas.
Pero no lo hace, ¿Por qué?
Otros creen que es por soberbia. Que Layda se montó en su mula y dijo: Aquí la que manda soy yo y solo mis chicharrones truenan y ni Alito ni Eliseo ni mucho menos una turba de policías me va a estar diciendo a quién pongo y a quién quito. Pero esa tampoco es la respuesta, porque Layda no es una improvisada en la política y sabe muy bien que a veces se tiene que ceder. (Bueno, ella lo hizo desde 1997 y dicen, diiiiiicen, que cedió a sus protestas mediante una módica cantidad). Además, Layda ya dobló las manos y no le sirvió de nada. Recuerden que primero dijo que no iría a negociar con los policías, “que vaya su mamá”, les había dicho, cuando los polis le pidieron que vaya a sentarse en las mesas de negociación instaladas en la SPCP. Pero luego, ante el escándalo, Layda tuvo que doblar las manos y fue a negociar con ellos, o a tratar, pero le ganó el hígado y salió corriendo de allá entre porras y rechiflas.
Otros más, afirman que Layda no corre a Marcela simple y sencillamente porque no puede. Así como lo lee. ¿Y por qué no puede Layda echar a un funcionario que ella misma puso? Ahhhh pues esa, justamente, es la pregunta correcta. Si un mando no puede tocar a un subalterno significa qué…. Y si eso realmente fuera lo que estuviera ocurriendo sería algo muy pero muy grave.
Que la máxima autoridad del Estado esté sometida a determinado tipo de intereses y agrupaciones de tal forma que no pueda ni disponer a su antojo del personal supuestamente a su cargo está cañón.
En pocas palabras, de ser cierta esta teoría que anda de boca en boca, la única razón por la que Layda no toca a Marcela, se llama miedo.