AY TONY, TONY, TONY. En vísperas de las definiciones en el viejo Partido Revolucionario Institucional (PRI), que hoy su dirigente nacional, el campechano Alejandro Moreno Cárdenas, ha metido en un natural pero urgente proceso de renovación, es normal que salgan todo tipo de intereses a tratar de arrebatar algo desvirtuando el trabajo ajeno. Lo que no es normal, es que entre esos intereses figuren otros campechanos cuyo pasado les quita toda autoridad moral para levantar la mano y arrojar la piedra.
Como ya es de todos conocido, a nivel nacional se publicó un desplegado firmado por figurines de la política tricolor acostumbrados a un coto de poder dentro del partido y que han vivido de pluri en pluri, entre una cámara y otra y alguna gubernatura. Es como describiría Paco Ignacio Taibo II, una Temporada de Zopilotes que no han esperado siquiera a que el cadáver termine de morirse para exigir su rebanada.
Entre ellos hay nombres distinguidísimos y detrás de ellos, agazapados, hay otros tantos. Manlio Fabio Beltrones, por ejemplo, a quien todos conocen como el líder parlamentario de los moches y quien, dicen, habría tenido amplia y activa participación en los acuerdos político de las más altas esferas que dieron el triunfo a Fox, luego a Calderón y después a Peña Nieto.
Si son Manlio Fabio y Dulce María Sauri Riancho, José Natividad González, Arturo Montiel, Enrique Ochoa, Pedro Joaquín Coldwell, Francisco Labastida Ochoa, entre otros, los que vienen a cuestionar y criticar el proceso de reconstrucción del partido y el liderazgo de Alito Moreno, entonces la cosa está del nabo.
Es decir, con semejantes referentes de la más alta moralidad política de este país, de la mayor institucionalidad que el PRI ha recibido, de la más distinguida lealtad partidista, de los más rancios principios de ética del servicio público y, sobre todo, con tan grandes resultados para la población que gobernaron, no hay mucho qué hacer.
Ya se les olvidó que fueron ellos, y sus malos resultados de gobierno, sus abusos, sus excesos, lo que causó la mayor crisis que el PRI ha tenido en toda su historia y que hoy lo tiene lejos del poder político y de la silla presidencial para tomar el timonel de este extraviado país.
Fueron ellos, los que rasgan sus vestiduras por lo que hoy va a pasar y se va a aprobar en la Asamblea Nacional del PRI, los que lo traicionaron y entregaron sus estados a Morena a cambio de impunidad y un retiro tranquilo en islas caribeñas.
Son ellos los que, en la pasadas elecciones, no quisieron ni meter las manos, no caminaron en la campaña, no asistieron a los mítines, no compartieron siquiera una publicación de los candidatos del tricolor y de la alianza de la que formaba parte.
Pero eso, digamos, es normal. Son intereses políticos que nunca faltan. Pero de ahí a que otro campechano, y vaya qué tipo de campechano, venga a tratar de descalificar la ética y calidad moral y legal de los cambios y ajustes que se proyectan en el PRI, pues está mucho peor.
Y no es uno. En la lista de firmantes hay unos 13 campechanos, todos, o la gran mayoría, miembros de la llamada cofradía campechana del exgobernador José Antonio González Curi, de quien es innegable la mano detrás de todos ellos.
Ramón Santini Pech es uno de los firmantes con mayor recorrido en cargos públicos y partidistas relacionados con Curi. En la primera mitad de gobierno de su sexenio fue diputado federal por Campeche. Ricardo Ocampo Fernández fue el presidente del Congreso del Estado durante la segunda mitad del gobierno de Curi. Víctor Méndez Lanz pasó prácticamente por todos los cargos y puestos durante ese sexenio: Alcalde de Campeche, diputado federal, senador y diputado local plurinominal. A Javier Cu Espejo el exgobernador lo hizo rector de la Universidad Autónoma de Campeche de 1999 a 2003. Luis Sarmiento Villacís (el apellido lo dice todo) fue senador por Campeche en la primera parte del gobierno de Curi. Entre otros, por no mencionar a Elvia María Pérez.
Lo más curioso es que mientras la cofradía campechana de Curi se levanta hoy a rasgarse las vestiduras por los cambios que vienen en el PRI, decididos por todos los priístas del país en las asambleas que se realizaron a nivel estatal y municipal en las 32 entidades federativas, los cofradistas, que nisiquiera asistieron a dichos encuentros ni aportaron sus ideas y propuestas, se levantan en armas a la par que su autoridad moral pacta para su hija Tania González Pérez una diputación local plurinominal con Movimiento Ciudadano.
Ayer mismo, Curi usó su cuenta de X para terminar de dejar en evidencia su ridícula postura:
“El PRI: CALLES lo construyó alito lo destruyó
Así lo consigna la historia, así lo entenderán los mexicanos de las próximas generaciones”, escribió el campechano.
¿Será que Tony tiene conciencia sobre su propia historia?, ¿Será que sabe lo que consigna la historia de Campeche sobre su sexenio?, ¿Será que sepa lo que piensan las actuales generaciones acerca de su gobierno entre 1997 y 2003?
Es decir, no hay más palabras que cinismo en las acusaciones y exigencias de los firmantes del desplegado, y más aún de los campechanos que participaron.
Para decirlo de modo más claro: El PRI no está hoy en la crisis en que está por la culpa del propio PRI, sino de los gobiernos y autoridades emanadas de éste, y la administración de González Curi es una de los peores gobiernos que recuerden los campechanos, salvo por el actual, de Layda Sansores San Román.
Y hoy, que ellos que son parte de quienes causaron la catástrofe, quieran volver por sus fueros y lanzan acusaciones a diestra y siniestra, cuando según el dominio público y el argot popular han sido de los funcionarios más corruptos de esta tierra, parece chiste.
Aunque hay algo peor que acusar: Callar, o al menos hacer como que se calla. Por lo menos de Curi y su cofradía conocemos su postura. Hay otro exgobernador que de plano dice que no sabe nada de nada y no quiere saber.
Fernando Eutimio Ortega Bernés, de quien la leyenda urbana dice que Curi le reviró el cachete de lado a lado, fue el antecesor de Alito en el Gobierno del Estado. Hoy, luego de poner a todo su equipo a operar para Morena y conseguirle el triunfo a Layda Sansores, sale a decir que no, que él no opina nada de lo que está pasando en el PRI porque “por convicción y por salud personal hace 9 años dejé atrás una larga y activa vida de trabajo administrativo y político. Siempre pensé en lo importante que es no estorbar a nadie y que el tiempo de otras generaciones debía dar lugar a sus propias realizaciones positivas o no”, escribió también en su perfil de X.
¿De verdad? Vamos a suponer, solo suponer, que sea cierto eso de los 9 años sin actividad política y también de eso de “no estorbar a nadie”. ¿De verdad?, ¿Un exgobernador, un exalcalde, unexpresidente del Congreso del Estado, un exsenador de la República, un múltiples veces exsecretario de Estado, pero sobre todo, un militante del PRI, prefirió callar?
No, don Eutimio, lo que su partido necesitaba no era que calle, era que hable. Era que participe en las mesas temáticas, en las reuniones a nivel municipal y estatal. Que toda esa experiencia de su “larga y activa vida administrativa y política” la ponga al servicio de su partido como modo de compensación, precisamente, porque fue su partido el que le dio esa “larga y activa vida administrativa y política”.
Callar, por lo menos, es ser malagradecido. Pero como en realidad creemos que ese silencio fue solo de palabras, porque en los hechos no sólo habló en contra sino operó a favor de otros, entonces se llama ruindad.
Pero hay algo en lo que se equivoca la mayoría. Los números de la última elección muestran que el PRI está lejos de ser un cadáver. El PRI es la tercera fuerza política del país y es un partido que sabe ser oposición. Así lo ha demostrado durante la gestión de Alito Moreno y, sin embargo, tiene que terminar de sacudirse los resabios del otrora partido hegemónico y afianzarse en el nuevo rol que le toca en el México moderno. Y de eso se trata la Asamblea Nacional, donde no tienen cabida los que quieren de vuelta al viejo PRI.
Y lo dijo ayer por la mañana en la 24 Asamblea Nacional el presidente del CEN del PRI, Alejandro Moreno Cárdenas: Los verdaderos priísyas le dedicaron tiempo, acudieron a las asambleas, alzaron la voz, generaron ideas, construyeron propuestas para mejorar y fortalecer al partido. Todo el que quiso hablar en el partido, acudió a las asambleas municipales, a las asambleas estatales y a la Asamblea Nacional; quienes no son del partido, quien no lo ama, no lo puede defender.
Es decir, les dijo a toda esa bola de cínicos detractores que el partido tiene canales institucionales y espacios para opinar y proponer y que siempre estuvieron a su disposición como a la disposición de los miles de delegados priístas de todo el país que sí lo hicieron.
LAS PRESIDENTAS FIFÍ’S. Donde las cosas han estado bastante humedecidas, prácticamente desde el inicio de la temporada de lluvias y ciclones tropicales, es en el ejido de Pixoyal, municipio de Champotón. Ahí, aunque el Gobierno del Estado que encabeza la gobernadora morenista Layda Sansores San Román ha negado insistentemente, las vías del Tren Maya provocaron una inundación que entró a casas, patios, solares, potreros, apirarios, parcelas y, por supuesto, calles y caminos cosecheros.
Ahora, nadie está diciendo que las afectaciones que causó la elevación del terraplén de rodaje del ferrocarril hayan sido a propósito, o que les haya valido a los ingenieros y planificadores o a la empresa Grupo Carso, que fue la encargada de dicho tramo, simplemente es lo que los morenistas no están dispuestos a admitir lo que es: Una obra pública falible, perfectible, con posibles fallas o errores, que por supuesto que se pueden, deben y tienen que ser reparadas y corregidas.
Pero mientras eso sucede, si es que sucede, lo que la gente necesita es ayuda inmediata. Bueno, la ha necesitado desdehace varios días y no ha llegado, o al menos no la suficiente, la necesaria, la que se requiere.
Lo peor de todo es que la primera que debería de estar ahí es la presidenta municipal de Champotón, la miniLayda, Claudeth Sarricolea Castillejo, quien de plano no ha aparecido, no le ha interesado acudir a una zona ejidal, por más que su cargo, funciones, investidura y responsabilidades se lo demanden.
Claudeth no fue cuando el pueblo se inundaba, no fue cuando la gente comenzó a pedir ayuda, no fue cuando Layda finalmente admitió que la inundación era por las obras del tren y no fue después de ello, cuando dejó de crecer el agua pero quedó estancada y así continúa en muchos lados. ¿Qué responsabilidades, actividades, obligaciones o situación le habrán impedido a Sarricolea Castillejo acudir a ayudar a la gente de Pixoyal?
Quien sí fue, es la presidenta del DIF Municipal de Champotón, Juanita Castillejo Suárez, la madre fifí de la alcaldesa fifí que gobiernan un municipio cuatrotero.
Pero dicen, diiiicen, doña Juanita le hizo fuchi al agua puerca y las manos sucias de los lugareños y no quiso ni remojar la punta de su tacón, por lo que no se bajó de la camioneta oficial hasta llegado el momento de las fotos.
De hecho, autoridades locales y vecinos que atestiguaron la escena narraron a Barbanegra que la única desesperación de la presidenta del DIF era la llegada de los fotógrafos del Ayuntamiento que encabeza su hija Claudeth, y a cada rato preguntaba por ellos, mientras tanto evitó bajarse en zonas inundadas y siempre se mantuvo en la zona seca del pueblo.
Quienes conocen a la gente de ahí, dicen que esta vez los morenistas locales tuvieron la suerte de que la gente no supiera diferenciar sus votos y la mayoría votó por Morena debido a los programas sociales. Pero en tres años quién sabe, los champotoneros comienzan a darse cuenta que los gobiernos morenistas a nivel estatal y municipal no son lo mismo que el gobierno morenista federal y tampoco tienen sus beneficios y ni siquiera la atención de sus autoridades.
Por lo pronto, vaya mundo al revés: funcionarias fifís en un pueblo ‘chairo’ que requiere mandos que no tengan miedo a remojar el pedicure en agua de renacuajos sino que lleguen a resolver, no a tomarse fotos para el Instagram.