Por: Francisco López Vargas
Hay que ser mezquino para desaparecer a quienes ya estaban desaparecidos, serlo más cuando se maquillan las cifras y sólo se admiten 12 candidatos asesinados cuando en realidad fueron 35 y la diferencia sólo es porque esos 23 adicionales no llegaron vivos para inscribirse en la contienda electoral.
Debo reconocer que nunca me ha gustado ese mensaje de que México vive dos realidades, la de ud y yo y la de la clase política que se enterca en repetir hasta el cansancio que los cocodrilos sí vuelan, pero bajito y que las horas del día son “las que ud. diga sr. Presidente”.
Crecí escuchando que “la fortaleza de la moneda mexicana está más que garantizada” y al día siguiente se producía una devaluación sin precedente; “ya nos saquearon, no nos volverán a saquear”, decía López Portillo justificando los dos sexenios más populistas e irresponsables que ha padecido este país y cuya cruda por el despilfarro seguimos pagando con el Fobaproa, que hoy se nota como un pequeño detalle económico viendo el saqueo inmisericorde la la Cuarta Transformación y como parte de ella a los hijos, hermanos y familiares del presidente.
Esta semana, Claudia Sheinbaum dijo que el hecho de que la Guardia Nacional dependa de la Secretaría de la Defensa no la hace militar y argumenta que las decisiones de seguridad pública no las asume la milicia a pesar de que nos vendieron la idea de que esa agrupación sería creada con un mando civil que, hasta hoy, no hemos visto actuar y menos dar las instrucciones.
¿Hasta donde llegarán los políticos y sus sofismas y argumentos manipuladores para justificar una realidad que padecemos todos, menos ellos?
Admito que quizá sea uno de esos imbéciles que se niegan a vivir en una sociedad que pareciera le es atractiva la corrupción, el empoderamiento absurdo del presidente y su familia, y los intocables del gabinete y del gobierno que hoy nos “representan” por el mandato de las urnas.
Le decía a un “amlover” que el hecho de que ellos sean mayoría no les da la razón porque si por algo luchamos por generaciones fue por desterrar a los gobiernos corruptos, ineficientes y mediocres que no dan resultados, pero la elección dice que, para ellos, la realidad virtual que vende el presidente excluye los 190 mil asesinatos de su gobierno, los 800 mil muertos de la pandemia, el desmantelamiento del sistema de salud, los gastos absurdos de una megafarmacia que no tiene empleados ni medicinas y que costó cientos de millones de pesos.
Es como si la verborrea cotidiana haya surtido el efecto de convertir lo dantesco en un paraíso que, como “no nos toca”, pues no existe precisamente por feo y desagradable, algo que uno no admite y que si se esfuerza por cerrar los ojos desaparecen las masacres, los asesinatos, los huérfanos, las viudas y los desplazados que hoy recorren el país tratando de encontrar un sitio donde puedan vivir en paz.
Pareciera que los mexicanos cambiamos resultados por limosnas y esas dádivas nos cuestan permitir que los hijos del presidente desvíen recursos para sus cuates, que uno de ellos trafique con sus influencias y que sus tíos logren contratos con Pemex o les entreguen sobre amarillos con el efectivo que no llegó a la escuela, a la colonia y menos al mantenimiento de alguna obra. Cualquier cosa!
Me decían que el triunfo de Claudia Sheinbaum fue arrollador, que ganó con más votos que Andrés, y que por ello no se debe ver que hizo tres años de campaña anticipada desde el gobierno capitalino, que se usaron a extranjeros para inflar el padrón electoral, que los desvíos de las mega obras que cuestan aún sin terminar tres o cuatro veces más del presupuesto original, sirvieron para aceitar a los chalecos guinda que intimidantes llegaban a dar los apoyos y advertían que sólo ellos puede cumplir con otorgarlos.
La realidad ahí está. No se trata de que querramos verla o no, de que nos guste o de que con cerrar los ojos y abrir los bolsillos para que nos depositen un dinero que de todos modos es nuestro, eso vaya a transformarse. No, perdón pero los números son fríos, la realidad apabullante, y la miseria lacerante sigue ahí en 9 millones de familias que hoy son más pobres de lo que eran antes.
Claudia ya ganó, nos repiten, pero ello no nos impide ver cómo ganó, por qué ganó y gracias a quien ganó. El INE y nuestros vecinos cumplieron a medias: la autoridad volteo la vista a otro lado y varios de los que viven en la cuadra aceptaron ser funcionarios pero también que por una lana no se presentarían a la casilla asignada.
Xóchitl hizo lo propio, pero no estoy seguro de que el PAN, el PRD y el PRI hayan hecho toda su parte. Quizá sí y ese desprestigio de ellos la arrastró, quizá sí pero se vieron muy novatos ante un carcamán de siete suelas crecido y educado en la vieja escuela del partido de Estado, el hegemónico, el que postulaba candidatos que no necesitaban del trámite para tener el poder de quien se guardaba porque su tiempo ya había terminado.
Vivimos una nueva era, un nuevo tiempo. Los tiempos del Ggoogle, de la inmediatez, del “haiga sido como aiga sido” siempre y cuando sea rápido y satisfactorio. Son los tiempos de que el que no tranza no avanza que ya creíamos desfigurado, los tiempos en los que la corrupción están mal pero no si me toca; los tiempos en que la decencia y las buenas costumbres se amoldan y se convierten en flexibles. Después de todo, sólo se vive una vez. ¿O no?