Por: Francisco López Vargas
No hay manera que alguien construya algo sobre ruinas. Lo que se haga tendrá una base endeble y terminará por colapsar. Esa es una de las tragedias de la propuesta de Claudia Sheinbaum y su segundo piso de la transformación: lo edificará en las ruinas de un país que el presidente, ese al que le reconoce logros que no vemos, se ha encargado de demoler.
Sheinbaum debatió la noche del domingo con Xóchitl Gálvez Ruiz, su adversaria por el Frente, y quien por la mañana encabezó a una sociedad civil que ha acreditado, en buena parte del país, que el saldo de la cuarta transformación no les convence como para repetirla.
Sheinbaum acreditó lo que ya muchos sabíamos de ella: es autoritaria, su plan es demoler la democracia como la vivimos hoy e reinstaurar ese viejo régimen caduco del que nos deshicimos hace 28 años en 1997 cuando el partido hegemónico perdió la mayoría simple en el Congreso.
Leer las propuestas que Sheinbaum tiene para el país nos indica que lo que dijo en el debate es mentira sobre la desaparición de la propiedad privada y sobre la desaparición de las iglesias. https://morenademocracia.mx/proyecto-de-nacion-2024-2030/1-revolucion-politica/ ese es el vínculo, leálo completo para que no diga que no sabía que el país en el que vive no tendrá nada de lo que hoy se disfruta y será, algo así, como el país donde cada uno tiene concesiones de un gobierno que no entiende los derechos ciudadanos como están hoy inscritos en la constitución.
La destrucción del país tiene que ver con que ese domingo del debate hubo 104 muertos mientras lo veíamos por teve o marchábamos por las plazas públicas.
Esos temas Claudia no los vió, no lo ve e incluso trata de minimizarlos para que nos acostumbremos a que en el país de los muertos por ausencia de medicinas o médicos también lo es por homicidios y asesinatos de un gobierno que no combate al crimen organizado porque “también tienen derechos humanos y son pueblo”.
La vena autoritaria salió a relucir al no responder a acusaciones frontales, al no responder a preguntas que los ciudadanos de este país necesita conocer sus respuestas. Autoritaria ofrece cambiar a la Corte, desaparecer a los plurinominales como si las minorías no merecieran su representación.
La propuesta de ser la presidenta de unos cuántos, de no hablar con los que piensan diferente porque no tiene calidad moral para conducir al país porque ellos sólo tienen la tienen porque su proyecto es el que cuenta.
Sheibaum sostiene que el Congreso debe ser todo del gobierno, la corte también sin nadie que se atreva a contradecir al poder presidencial y anuncia que si ella no gana será porque hubo fraude aunque se contradice a ella misma que dice que lleva 25 por ciento de ventaja.
La candidata del presidente sigue viendo por el retrovisor: el 68, el 71 y la represión de ese viejo partido que no soportaba disidencia, menos que alguien pensara distinto. Ese partidazo hegemónico que, en los hechos, ella quiere volver a entronizar como si en su juventud no lo hubiera combatido: ella será la presidenta de las mayorías.
Ella, como Andrés, repitiendo las historias del pasado para no dar cuentas del presente, hablando de sus antecesores cuando este gobierno ya terminó y no hubo avances, se retrocedió en estado de Derecho, se cedió el poder al crimen, y se opuso a las resoluciones que evitan la prisión preventiva oficiosa mientras el país sigue cayendo en manos de los delincuentes: Norte, Sur, Sureste, Pacífico Norte, el Golfo: el 74 por ciento del país dominado por el crimen organizado.
Claudia sólo repitió alguna de las 110 mil mentiras que ha dicho López Obrador a lo largo del sexenio y sus propuestas para que ellos ganen las elecciones, para que ellos las controlen, para que ellos las hereden, la elección como un mero trámite no como resolución democrática de ciudadanos libres sino de borregos que levantan la mano en automático, en la que la sucesión sólo será organizada por los adoradores de quienes tienen el poder, de quienes dan dádivas y concesiones.
El regreso a ese pasado que pensamos ya habíamos vivido, pero hoy no será tricolor sino guinda porque el viejo PRI emigró y hoy son embajadores, militantes, secretarios y dirigentes de Morena, aunque ellos aleguen ser diferentes.
Trenecito
¿Por qué así? No lo entiendo. La 4T en Campeche no ha terminado de entender o no les importa entenderlo. Los campechanos están furiosos por los “moditos” de quienes hoy se creen dueño de la verdad y de la solución a todos los problemas de la entidad. Mire que hacer un trenecito cuando no hay un servicio de transporte eficiente y eficaz, mire que presentarlo argumentando que lo hacen porque ya lo decidieron y si no les gusta, pues que se chinguen.
¡Qué cosa! Vaya manera de tomar decisiones. Layda acredita que la 4T no sólo es retrógrada sino también descarada y cínica. Que no les vengan con aquello de que se deben al pueblo y menos con que la ley es la ley.
Los campechanos deberían agradecer a su majestad serenísima que les dedica parte de su vida y su valiosísimo tiempo a un pueblo de desarrapados malgradecidos. ¿Qué le vamos a hacer?, pregunta a Mercela para responderse ella misma: Así son los campechanos, ¡pobres!