Columna: La soberanía superada

Por: Héctor A. Gil Müller

Según el artículo 39 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, nuestra constitución a la que erradamente llamamos carta magna siendo ella el documento inglés y no el nuestro. Tendemos a llamarnos como otros pensando que nuestro camino está marcado solo por admiración o identificación y no por consecuencia o innovación. Al Saltillo le llamamos el Detroit de México, pero nunca he oído en Detroit que le digan el Saltillo de EUA.

Según el citado artículo; “la soberanía reside esencial y originalmente en el pueblo. Todo poder público dimana del pueblo y se instituye para beneficio de éste”. La soberanía es el ejercicio de autoridad sobre un territorio, es un elemento esencial y para definir al estado. Implica autonomía e independencia. Separación de los externos y supremacía de los internos. La esencia de la autodeterminación y la capacidad de establecer sus propias normas para autorregularse y ostentar el monopolio de la fuerza, la fuerza pública es un rasgo de identidad.

Sin embargo, esa soberanía se enfrenta a tantos elementos que compiten por ese lugar. La voluntad del estado, enmarcada en su propia normatividad, porque el Estado solo puede hacer lo que la ley le permita, esgrime el principio de legalidad, mientras que los particulares hacemos excepto lo que la ley nos prohíba, como autonomía de la voluntad. También enfrenta los desafíos de las relaciones internacionales, de los organismos internacionales y también de actores sujetos a la globalidad como ahora son las empresas trasnacionales.

Las decisiones privadas se vuelven elementos de seguridad nacional y de desarrollo. Las inversiones privadas que llegan a un país son elementos que van más allá de la soberanía de un Estado y mueven a países enteros. La llegada o suspensión de su llegada de TESLA a Monterrey enfrenta una decisión particular con una expectativa pública. Del anuncio dado por el magnate Elon Musk en 2023 no ha podido contar con fechas exactas de su inicio. Las obras públicas están en marcha, pero los planes si bien no se han extinguido parecen desinflarse. En Coahuila muchos de los proveedores directos de TESLA han buscado instalarse y aunque dependen de la cercanía de la planta el riesgo no es tan alto pues la gran planta en operaciones en Texas resulta también un suculento cliente.

El Estado puede incentivar, a través de acuerdos y beneficios para dinamizar, pero ya difícilmente podrá obligar. Hay poderes más allá de lo público, inversiones que de salir lesionan tanto que es imposible operar. Si asumimos que la soberanía implica la potestad de sancionar el Estado puede sancionar si no se paga lo que se debe, si no se cumple lo que se pacta, si no se entrega lo que se ofrece se sanciona. Pero ¿qué pasa cuando entregando lo que se debe no se alcanza para lo que se quiere?, imagine un salario insuficiente para suplir las necesidades básicas, ¿amerita eso sanción?, ¿no debe el mérito ser suficiente para la trascendencia y el esfuerzo tener su sana y justa recompensa? No es un ejercicio soberano cuando debe mediar la negociación. Quizá por eso en nuestra cultura y moda actual estamos eliminando los absolutos por los relativos, cada vez hay menos “nunca” o “siempre” para usar los “depende”