Por: Héctor A. Gil Müller
Las palabras cargan de sentido, significado y emociones. Son el vehículo por excelencia e independencia de aquello que queremos, podemos y debemos. No existe el derecho sin la palabra, ni tampoco los sueños. Incluso no existe algo si no tenemos la capacidad de nombrarlo. Dicen que las palabras se las lleva el viento, y no solo él, sino también el tiempo, ese duro maestro que mata a todos sus alumnos y al final solo deja lo que hicieron y dijeron. Las cosas mas hermosas, aquellas que roban las palabras y solo se disfrutan en silencio nos dejan mas decires en sus sentires. La palabra empieza con balbuceos y termina igual y cuanto mas detallamos lo que decimos entendemos que solo son primitivos balbuceos de un lenguaje que todos hemos tejido para describir todo lo que hemos vivido.
La política le debe todo a la palabra, es el vehículo de las imágenes del futuro, se promete con palabras con acciones se cumple, pero la promesa siempre es dicha. Los problemas, políticas y política que debe ver el gobernante son significados que solo podemos entender cuando se traducen en palabras. Cuando de algo se pregunta quien gobierna: debo: al problema, puedo: a las políticas y quiero: a la política.
No se si la anécdota sea verídica o mítica, pero es hermosa; Cuando le pidieron a Ernest Hemingway un cuento muy triste, lo hizo solo con siete palabras, el cuentista dejó su copa y con tono triste dijo: “Se venden zapatitos de bebe sin usar”
Cuenta otra historia que un pequeño niño pidió al sabio maestro le contase el cuento más alegre usando solamente 6 palabras, el maestro le dijo: “Encontró su cielo y pudo volar”. Ahora cuéntame el mas triste con cinco palabras, suspirando el maestro contó: “tocó fondo y siguió excavando”. Ahora hazlo con cuatro palabras el más alegre: “soy mi propio hogar”, y con tres palabras el mas triste: “te quiero, pero”, y el mas alegre con solo dos palabras: “yo también” dijo el maestro. Y, ¿puedes contarme el cuento más triste con una sola palabra?, el maestro le dijo: “hubiera”.
Con la salida de un régimen y la llegada de otro, comienzan las palabras de uno, que ya empiezan a enmarcar un testamento político y las acciones de otro régimen que ahora pretende dibujar un segundo piso de la transformación que soñará con ser más independiente. Los dichos de Lopez Obrador a su salida exigen las acciones de Claudia Sheinbaum a su llegada. Palabras y Acciones, que interesante que cambia el juicio. Antes había juzgado por lo que hacia AMLO y decía la candidata, ahora será por lo que diga AMLO y haga la presidente.
Todo lo que hacemos deja la huella de lo que somos. Así los barcos van dejando la estela en la mar según su tamaño, nunca por su travesía. Los altos méritos y grandes oficios solo rinden a la estela la fama, pero no su consistencia. Grandes y encumbradas posiciones pueden tener pobres y estériles gestiones. Al final del camino, con los cierres que se hacen corresponde esa evaluación, porque el duro juicio de la historia se recuerda por el juicio personal que nos hacemos. Y las palabras son los únicos testigos que habrá. Que el “hubiera” se transforme en “recuerdas”.