#COLUMNA ¿Y DESPUÉS DE XÓCHITL?

POR: MARGARITA ROSA ROSADO M.

Para una mujer que nació en un pueblito hidalguense que tal vez no se encuentre en un mapa poco detallado; con una abuela que murió a las 34 años por falta de servicios médicos; con un padre alcohólico que no creía que su hija pudiera terminar una carrera profesional; que llegó a los 17 años a la ciudad de México con sus pertenencias en una caja de cartón a vivir en un cuarto de azotea en un barrio de Iztapalapa; que gracias a una beca, una voluntad férrea y una confianza ciega en sí misma pudo ingresar a la UNAM y hacer la carrera de ingeniería; para una mujer hecha casi de la nada, debió ser la experiencia más satisfactoria, más emotiva, más gratificante de su vida la del 19 de mayo, cuando la Marea Rosa inundó el Zócalo de la capital y cientos de miles de gargantas corearon su nombre en ese espacio y en el de unas 80 plazas más en el país y el extranjero.

¿Qué hizo esta mujer durante casi un año? Antes había sido una empresaria exitosa, reconocida incluso en Davos, y ya tenía una carrera política con cargos públicos y puestos de elección popular, pero hay docenas de personas con ese currículum y ahí la llevan, nada del otro mundo. En menos de un año, Xóchitl Gálvez pasó a ser de una senadora combativa a candidata presidencial, y algo le habrán visto en Palacio para que el presidente le dedicara, una y otra vez en sus mañaneras, falsedades, infundios y ofensas. Algo habremos visto los casi 17 millones de personas que votamos por ella el 2 de junio, su naturalidad, su modo genuino de ser, su rebeldía (que la ha llevado tan lejos) sin falsas poses. Para alguien que meses atrás era poco más que solo una senadora ocurrente y aguerrida, debe ser un motivo de enorme satisfacción que esos 17 millones la hayan abrazado, sin recursos para regalar todo lo regalable en una campaña, sin espectaculares ni pendones ni bardas ni pasacalles.

Cierto, la organización pudo ser mejor, el apoyo de los partidos que la postularon pudo ser más evidente en muchos sentidos, la dirección de su campaña pudo estar en mejores manos, pero ella lo dio todo y la gente así lo sintió y se le entregó. Visto lo visto, quizá pecamos de ingenuos, de optimistas, nos desbordó un entusiasmo tal vez poco razonable. Aceptemos que fue así. Y ahora, ¿qué sigue? Xóchitl ha dicho que regresará a su empresa porque de eso vive pero que seguirá participando; de hecho, anunció que pronto estará en algunas ciudades y pide que la inviten a visitar otras. No tengo duda de su intención de seguir moviendo conciencias, de ser un espíritu crítico, de esos que desesperadamente necesitamos. Todo eso está muy bien.

Pero los ciudadanos de a pie, ¿qué hacemos? ¿Cómo nos organizamos? ¿Para dónde  nos hacemos? ¿Por dónde empezamos? ¿O por dónde le seguimos? Ya probamos el sabor de la calle y nos gustó, lo mismo si es la Marea Rosa que la causa de los policías y ¿por qué no?, podría ser el tren ligero en Campeche. No es poca la gente que de un modo u otro se involucró en la campaña de Xóchitl sin ser política y sin tener ni querer tener filiación partidista.

Con independencia de que Xóchitl siga participando en la vida pública, que ojalá así sea, y que seguramente lo hará al margen de los partidos, lo que está sucediendo es demasiado serio, demasiado relevante como para volver a ser simples observadores  de los acontecimientos. Necesitamos organización, propuestas, iniciativa, proyecto, participación, cada quien desde donde pueda y como pueda. Tal vez puede empezarse formando un colectivo, algo todavía informal, más bien para escucharnos e ir marcando un derrotero, una hoja de ruta. México nos necesita y, créanme, lo que viene es, como dirían los chavos, la 4T reloaded.

Más nos vale tomarlo muy en serio, porque Morena y sus aliados y los oportunistas y los chaqueteros y los aduladores sí van con todo para cambiar estructuralmente este país. Cuando no lo reconozcamos podría ser demasiado tarde.