Por: Francisco López Vargas
Los periodistas tenemos la obligación de no tener militancia partidista, pero como cualquier ciudadano tenemos el derecho al voto y desde esa trinchera nuestra labor se nutre de más conocimiento de los candidatos que el ciudadano común. Vemos todas las campañas, analizamos todas las propuestas, y contrastamos los hechos de cada gobierno.
Hoy Morena ha logrado que me de vergüenza la manera cómo se gobierna, cómo con cinismo absoluto, hay quienes aceptan ser sus candidatos y algunos más hasta ser funcionarios de sus gobiernos ante el fracaso absoluto de un presidente que nos ofreció que sería diferente no peor.
Es entendible, pocos aguantan estar fuera del presupuesto y apostarle a sus capacidades propias para tener éxito; otros, les gusta el dinero fácil, de la manera como Morena lo reparte y como les compra su simpatía. En política, lo que sólo cuesta dinero es muy barato, más si tienes un presupuesto qué usar a discreción.
En el pasado, mucha gente brillante decidió participar en política en el PRI porque era el único partido que garantizaba el trabajo en los diferentes órdenes de gobierno. Todo era compadrazgo, méritos y no había oposición que lograra vencer al partidazo. Eso ha cambiado. Hoy en la política sólo se ve ruindad, bajeza, ofensa desde los gobiernos de Morena y no es que no la haya habido en los anteriores tricolores y del PAN, pero había un poco más de recato, de discreción, pero también resultados.
Hoy los expedientes de la justicia esperan a quienes no le son cómodos al régimen, a quienes osaron evidenciarlos y a quienes no se doblan a las exigencias del poder. Es como haber regresado 50 años a los gobiernos de Díaz Ordaz, Echeverría o de López Portillo pasando por Salinas que se robó la elección y entendió que necesitaba lavarse la cara. Ese era el fin del partido de Estado, más no su desaparición.
Hoy, el uso y abuso del poder está a la vista. La manipulación del presupuesto de la que tanto se quejaba Andrés Manuel en tiempos del PRI y del PAN, él la practica con una absoluta libertad en su intento de mantener a Morena en el poder y a él como figura emblemática, líder moral y el poder real sin importar quien gobierne el país.
En ese proyecto, Claudia Sheinbaum sólo es la copia del presidente: no tiene propuesta propia, no tiene personalidad, no tiene independencia, no hay proyecto que se diferencie y nos permita conocer quien es ella. Claudia simplemente será lo que el presidente quiera y para ello se pliega a todas las instrucciones presidenciales. El candidato oficial no es más que una farsa porque ella propone repetir lo que ha hecho López Obrador y éste ya anunció que será su avanzada por todo el país donde, por si fuera poco, presionará a cualquier gobernador que se oponga, que no contribuya o que dude de querer seguir cediendo sus presupuestos para los programas presidenciales que no tienen reglas operativas, menos controles ni transparencia.
¿Cuál es la oferta de la candidata de Morena? Construir el segundo piso de la 4T, sea lo que sea esa idea que nos remite a una pregunta más: ¿dará resultados que beneficien a los ciudadanos o seguirá construyendo ese proyecto personal de López Obrador de construir el México que él quiere?
En Yucatán, el candidato de Morena no hace campaña porque se rompió un brazo y con ese pretexto los demás tampoco hacen nada. Es como si ya supieran que quizá haya un acuerdo para perder este Estado o vean a una oposición formidable que llegará a la gubernatura por la rendición de cuentas y los resultados a la vista. ¿Qué acordó Vila con López Obrador?, es la pregunta que aún sigue en el aire y por ello resulta sospechosa –suertuda, dirían otros- la innamovilidad del que decía era su mejor candidato, aunque haya perdido dos veces, incluido 2018 cuando López Obrador ganó la entidad pero “Huacho” Díaz Mena quedó en tercero.
En Campeche, donde Morena gobierna, no hay resultados, no hay presupuesto y la gobernadora es incapaz de reclamar al presidente el que tenga que darle la mayor parte a la Federación para sus obras y programas sociales. Layda Sansores se queja -en audios que no ha desacreditado- y no es diferente a Alfonso Durazo o Evelyn Salgado, a los otros 20 gobernadores de ese partido: cero obras, cero ayudas, cero trabajo porque no tienen presupuesto: lo tienen que “donar” al poder central mientras se descuidan carreteras, ayuntamientos y programas locales mientras la población padece el crecimiento del crimen organizado, paga derecho de piso y con su vida cuando no se doblegan ante el poder del crimen, ese que integra el pueblo que también tiene derechos aunque violente regiones completas del país y a pesar de todo, en las elecciones se portan “requetebien”, dice el presidente.
La campaña empieza mal para Morena que cree que el tema sigue siendo de tiempo y de dinero y no de hartazgo y pago de sus incapacidades y arrogancia para gobernar.
Los temas de odio predominan en el discurso oficial, se insulta a quienes no los apoya, se ofende a quien disiente de sus argumentos, se hostiga a quien exige resultados, pero ellos no hablan de servir, de cubrir necesidades de los ciudadanos, de revertir la tendencia de depauperización de la sociedad provocada por su estilo de gobierno. Para ellos sólo importa que el adversario no tiene “pueblo”, sea lo que sea ese argumento.
México se debate hoy entre el espejismo del dinero que se reparte y la realidad de una deuda que crece, de unos derechos que se aminoran, de unas libertades que se acotan, de unos derechos alcanzados gracias a órganos autónomos que hoy se desaparecen o colonizan, que hoy intentan someterlos incluso a una Suprema Corte que sea dócil, que esté dispuesta a rendirle pleitesía al presidente y su partido y no a la Constitución.
El cinismo de los candidatos de Morena no habla de resultados, no habla de eficiencia y eficacia, no habla de humildad ni de respeto, ese que exigen porque tienen el poder y una supuesta mayoría que han visto como se reduce.
Cuidado, la campaña de Morena será de nuevo de odio, de rencor y de enfrentamiento porque su oferta política no incluye resultados, esos que al cerrar el sexenio sólo habla de muertos, de escasez de medicamentos y de un despilfarro que hizo crecer la deuda en dos billones de pesos, dos veces el Fobaproa en tiempos de Zedillo.
Cómo dijo Claudia quizá traicionada por el subconsciente: que siga la corrupción!. Ahora le toca a su familia, la del presidente ya termina bien servida.