Por: Francisco López Vargas
¿Por qué mienten? Escuchaba a Claudia Sheinbaum decir que la Guardia Nacional consolidará en su gobierno su traslado a la Secretaria de la Defensa Nacional pero que no será una militarización de las tareas de seguridad encargadas a esa agrupación creada en el gobierno de López Obrador.
Como candidato presidencial, el presidente aseveró que los militares regresarían a sus cuarteles pero ya en el poder los ha dotado de una serie de responsabilidades que distan mucho de hacerlos quedarse en los cuarteles, como fue la oferta del candidato.
Uno de los postulados del foro de Sao Paulo, donde militan los gobiernos de Nicaragua, Cuba,, Brasil y México tienen claro que sólo los militares podrían provocar un golpe de estado que lso derroque y por ello se apoderan de su voluntad dándoles facultades que no son parte de sus responsabilidades constitucionales y los convierten en sus seguidores que no sólo les admiten sus corruptelas sino que por ellas mismas se afilian al partido o al gobierno que representan.
Sin embargo, en los hechos, Bolivia, Venezuela y Nicaragua, por citarlos de ejemplo, cometieron golpe de Estado desde el poder al desaparecer los equilibrios de poderes capturando primero a los legisladores y después a los jueces y magistrados.
En México pareciera que eso no se quiere ver. Somo diferentes, nos dicen, México no es Venezuela, argumentan y con ello pretenden descalificar lo que todos vemos está sucediendo en el país: la imposición de un nuevo régimen autocrático que, a la larga, deriva en el gobierno de una secta que demuele la democracia y se queda enquistada en el poder y con el control del presupuesto y la manipulación constitucional al tener el Congreso y la Corte doblegadas a los intereses de sus líderes.
Las guerrillas centro y sudamericanas no dudaron de aliarse con los grupos del tráfico de las drogas cuándo éstos les ofrecieron dinero a manos llenas a cambio de que permitieran los infiltraran y los ayudarían a llegar al poder. Pablo Escobar fue senador en Colombia a pesar de que puso una bomba que mató a inocentes sólo por acabar con el procurador que lo perseguía. La experiencia colombiana repiten hasta el cansancio que no se repetirá en un país en el que las evidencias indican que el narco gobierna Zacatecas, Michoacán, Guerrero y ya se infiltra en Chiapas y en estados del pacífico norte donde ayudaron a Morena a ganar las elecciones,
¿Hasta donde cerraremos los ojos a lo que hoy sucede en el país? Pareciera que esa miopía convenenciera nos dijo en esta elección que hay mexicanos que consideran que la corrupción de Morena, su falta de resultados en el gobierno, los pactos con el crimen organizado y la violación sistemática de la ley se permiten si les comparten esa corrupción o les siguen dando “apoyos” que les resuelven sus temas cotidianos.
La lectura es abrumadora, pero hasta hoy las diferencias sociales en el país pareciera acrecentarse aún más precisamente por la falta de resultados de una gestión que no sólo es deprimente por asesina al permitir las 90 muertes dirias por homicidio sino displicente al no atender los temas de salud porque el recurso para ello se desvío al Tren Maya aunque esta obra pareciera justificar que se hizo sólo para saquear las arcas en favor de la compra de votos. Triste, pero posible.
El gobierno del fracaso logró que los mexicanos votaran por su continuidad y hoy esperan que la ganadora haga un gobierno que, por herencia, conserve el legado del patriarca a pesar de que no haya visos de avance social aunque si del crecimiento de la facción a la que los argumentos de la realidad parecieran no importarles.
Votamos en 2000 para alejarnos de la dictadura perfecta y el partido hegemónico para reconstruirlo 18 años después simplemente porque los resultados de la alternacia no eran suficiente. Hoy, esos resultados mediocres que nos dio la alternancia los despreciamos por otros peores, de la mano de un presidente que es “buena onda” porque es uno de nosotros aunque no mejoremos. Llegamos al poder, parecieran decir, a ver cómo nos sacan ahora.
La llegada de un gobierno sin proyecto de país fue consentido para cambiar al régimen de partidos e instaurar el que habíamos dejado atrás de un sólo partido hegemónico que fingia ser democrático y que se entregaba el poder entre sí organizando los comicios, contando lo votos y calificando la elección por ellos mismos.
Del gabinete de Sheinbuam nos venden que se privilegió el conocimiento, la experiencia sobre la lealtad, pero hasta hoy no hemos visto cómo se comportan ese puñado de elegidos, pero si entendemos que fueron palomeados por quien, hasta hoy, detenta el poder como dueño del partido, del gobierno, de la decisión y de la elección que hizo suya al convertirla en un plebiscito de sí mismo.
La elección, cuyos resultados son apabullantes para la oposición, no deja de ser la más polémica por la manera como se armó luego de los resultados adversos en el 2021 para Morena y sus candidatos y el crecimiento de un descontento que tuvo que contenerse con más dinero, con más propaganda, con más chalecos guindas intimidando a electores y usando el presupuesto del país para sostenerse en el poder y, por que no, evitar que alguien más logre apoderarse de él.
La presencia del crimen organizado asesinando aspirantes, matando candidatos, secuestrando operadores políticos en toda la geografía del país se vio desde Baja California y Tamaulipas hasta Oaxaca, Chiapas y Quintana Roo pasando por Veracruz y Jalisco.
La visión del país que se cierra a la realidad culminará cuando se someta a una Suprema Corte que, junto al Congreso, consolidarían una constitución a la medida del presidente, de su partido y de sus beneficiarios dejándolo a él como el poder real e indiscutible.
López no dejará el poder por si mismo, habrá que echarlo y para ello no se ve en el horizonte quien pueda hacerlo porque, hasta hoy, quien tiene el poder real y la legitimidad de su elección ha decidido no contradecir al patriarca porque, después de todo, ella no hubiera llegado hasta aquí sin él.